A mediados del siglo XVIII, en pleno furor por la degustación del café en la Isla, el afamado líquido negro ve levantarse el primer Café de Cuba –que ha llegado hasta nuestros días-
Ese delicioso y legendario néctar negro que ha cautivado a tantos tras el primer sorbo caliente y aromático, costándoles la dulce sentencia de beberlo toda la vida, también tuvo su casa a mediados del siglo XVIII en San Cristóbal de La Habana; época donde alcanza mayor celebridad.
Aunque, ya en la Cuba de 1770 se recogían grandes cosechas del venerado grano para el consumo nacional y la exportación, y era uno de los renglones más importantes de la economía de entonces; el primer Café de Cuba, como se le llamara al centro de expendio de este producto, fue inaugurado por el francés Juan Bautista Tavern un año después que un armenio había fundado el primero de este tipo en la capital francesa.
Por la Plaza Nueva –actual Plaza Vieja-, Mercaderes y Teniente Rey en La Habana Vieja, fue el espacio escogido para vender el preciado líquido que era preparado de la siguiente forma: dos onzas y media de café molido en un litro de agua, el polvo se echaba en el agua cuando esta hervía y de inmediato se retiraba, para mantener la cafetera durante dos horas sobre brazas calientes, y finalmente filtrar el café.
Y el lugar se puso de moda. Los más acaudalados caballeros después de dar sus paseos vespertinos por los recién inaugurados paseos del Prado y Alameda de Paula, amenizaban sus tertulias con largas bocanadas de habano y una sabrosa taza de café.
Bautizado por sus visitantes como el Café de Taberna, este fue lugar de encuentro de comerciantes y cuanto viajero desandara las calles más importantes de la urbe: Mercaderes, Muralla, Inquisidor, Teniente Rey o San Ignacio. Sus alrededores también forman parte de la historia de La Habana Vieja: en San Ignacio y Muralla nació la célebre escritora Condesa de Merlín y en la otra esquina de San Ignacio y Teniente Rey radicaba la primera Sociedad Filarmónica de La Habana.
Hoy, el Café de Taberna –dedicado al Benny Moré- aún permanece deleitando a quienes deambulan por las calles de La Habana Vieja tras el aroma embriagadora de una colada.
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