Nadie duda de que de las manifestaciones artísticas, es la música la que más ha influido en la personalidad y la idiosincrasia del cubano. Muchos aseguran, y no es menos cierto, de que en algunas zonas de la Isla se habla cantando, se baile al caminar como reza la canción de La mujer de Antonio, y también se enamore con la letra de una canción; es la que ha desarrollado el proceso evolutivo con mayor fortaleza y rapidez.
Desde La Habanera, con cimientos en la danza criolla y la contradanza, la cual influyó notablemente en el surgimiento del tango argentino y otros géneros suramericanos. Investigaciones recientes aseveran que ya en el tiempo de habaneras se crearon las contradanzas de Manuel Saumell, conocido como El nacionalista; esto puede verse en La Tedesco en la que la primera parte es prácticamente un danzón, además de que la guajira y la canción fueron abordadas en muchas de sus composiciones musicales.
Los apoteósicos géneros del son y el bolero, llegaron a La Habana contagiando con el calor de la más oriental de las provincias: Santiago de Cuba. El bolero es de principios del siglo pasado y de la mano de los grandes compositores Sindo Garay y Alberto Villalón influenciados por el gran compositor Pepe Sánchez, autor en 1883 de Tristezas; aunque las primeras canciones de la vieja trova eran boleros después fueron destacándose otros compositores como Isolina Carrillo autora de la hermosa Dos Gardenias y Orlando de La Rosa.
Del son montuno, ya se había comenzado a hablar a mitad del siglo XIX. Los cultores afloran en la década del 20 del siglo XX: arden los salones de baile de la alta sociedad habanera con el Sexteto Habanero; en Santiago de Cuba nacen con su estrella el Trío Matamoros dejando un legado para la historia musical cubana con temas como Son de la loma, Mariposita de primavera y Lágrimas negras. Luego surge una fiebre se sextetos y septetos, muchos de ellos comienzan a grabar con las compañías disqueras norteamericanas. A los primeros exponentes del son le secundan Miguelito Cuní, Arsenio Rodríguez, Roberto Faz, Félix Chapotín a la vez que orquestas charangueras y danzoneras de renombre amenizaban las noches cubanas: La Sensación, Arcaño y sus Maravillas, marcando el gusto musical del público bailador y no bailador cubano de las décadas del 40 y 50. Luego es el boom de La engañadora, el primer cha cha chá de la autoría de Enrique Jorrín; mientras Pérez Prado realiza en 1952 su primer mambo. La aparición del autodidacta Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo, revitaliza el género al incorporarle un concepto de jazz band. Este músico inigualable es el músico que más ha influenciado en el proceso evolutivo de la música cubana. La década del 70 llegó con el boom de los cuarteros musicales, y también la aparición de la orquesta de salsa insignia cubana Los Van Van con una sonoridad moderna y típica. Finalmente la salsa trajo nuevos exponentes como Issac Delgado…
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