Grandes personalidades o líderes políticos internacionales, presidentes, primeras damas, han sucumbido ante la fragancia de La Habana colonial. Y es que esa aroma peculiar solo puede encontrarse en la tienda Habana 1791 o Museo del Perfume, un atractivo espacio donde a partir de procesos de destilación artesanal de plantas aromáticas, se elaboran finísimos perfumes. La recolección de las plantas se realiza a mano y luego todo el proceso de secado de los pétalos puede verse en el laboratorio.
Ubicada en una hermosa casona del siglo XVIII, en Mercaderes 156 esquina a Obrapía, su nombre se lo debe al entrañable Doctor Eusebio Leal, director de la Oficina del Historiador de la Ciudad, quien la bautizó como Habana 1791 por ser fecha de grandes acontecimientos en la otrora ciudad intramuros.
Una tarja de bronce en su fachada le indica el lugar, tras las puertas de cristal se levanta una aroma exquisita que inunda toda la sala; a ello se suman la exquisita restauración, los vitrales de medio punto, y las grandes vidrieras repletas de antiguos frascos de perfume que antaño se elaboraban allí, más adelante un mesa cubierta de envases con aceites esenciales, raíces, cestos con pétalos de flores, entre otros elementos. Estos perfumes son creados a partir de maceraciones, tinturas y acietes esenciales, los cuales se mezclan de forma artesanal; de tal forma surgieron las 12 esencias que distinguen a Habana 1791: jazmín, rosa, violeta, azahar, lila, tabaco, ilhang, cítrica, ´sandalo, pachulí y vetiver.
Uno de los servicios que ofrece Habana 1791 es el perfume personalizado expendidos en graciosos frascos, aplicación de tratamientos de aromaterapia –aplicación de esencias vegetales para curar o aliviar dolencias espirituales o físicas–, aromas para ambientar espacios domésticos, etc. Para la preparación del perfume personalizado primero se indaga a la persona que lo solicita, algunos datos como la edad, mes de nacimiento, costumbres, gustos, que van creando mentalmente una fórmula la cual debe concordar entre las esencias florales y el conjunto de gustos del solicitante. Pero el cliente no es un ente pasivo, participa en la creación del aroma, lo evalúa hasta que quede satisfecho. Al final escoge el envase, se sella con cera y se incluye una tarjeta con el nombre de la casa y un verso.
El Jardín Wagner provee a Habana 1791 los pétalos que no se usan en los ramos y sirven para macerar; las maderas olorosas, virtuas de cedro, roble, pino, entre otras, provienen de las carpinterías de la Oficina del Historiador; hasta los plateros de la Congregación San Eloy confeccionan frascos de plata en forma de dije como los utilizaban las señoras de la época.
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