Desapercibida, casi sepultada por el olvido o las calles que la cercan, aún está en pie la primera casa del Vedado, en La Habana, Cuba. Todavía es una vivienda privada enclavada en las calles convergentes de Línea y 11, ubicada en su génesis, dentro de una zona considerada prohibida o vedada –de ahí el nombre del reparto– que era propiedad privada de Francisco de Frías y Jacob más conocido como el Conde de Pozos Dulces, pues allí tenía su casa quinta dentro de la entonces ciudad intramuros.
Entonces las manzanas se concibieron con cien metros por cada lado, excepto las de las calles C y D con 80, y las de D y E con 120 metros; así lo concibió el urbanista de El Carmelo y también del Vedado, el ingeniero Luis Iboleón Bosque. La razón de ello estuvo en las presiones que hiciera la ubicación de una fábrica de ladrillos en la manzana de las calles D y E.
El proyecto del Vedado también incluía dos avenidas transversales arboladas exquisitamente: la avenida G que luego se rebautizaría como Avenida de los Presidente y la Avenida de Paseo, con una trama vial diseñada para el libre paso de los vientos alisios. Conformaban el proyecto de estas avenidas los parterres arbolados y los numerosos parques, además de los jardines en las viviendas con carácter obligatorio. Entonces comenzaron a utilizarse los números y las letras para las calles.
El crecimiento fue paulatino: en 1870 existían 20 viviendas en la zona; luego de la Guerra Necesaria y durante la primera intervención norteamericana levantaron majestuosas casas cerca del mar, varias personas que venían huyéndole a la superpoblación que ahogaba la vieja Habana hasta los años 50 en que la aparición del Country Club y Miramar, dejó al Vedado solo al amparo de las clases medias.
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