César Portillo de la Luz ha muerto (La Habana 31 de octubre de 1922- 4 de mayo de 2013), y con él uno de los más entrañables conquistadores del filin de la denominada canción cubana –grupo en el que también militaron Elena Burke, Frank Domínguez, Aida Diestro, Ángel Díaz, José Antonio Méndez, Marta Valdés, entre otros–. “Nosotros aparecemos con una letra más cercana a la vida, a nuestra necesidad de enfrentar la vida misma. (...)Nuestras letras estaban muy emparentadas con lo lírico, pero no con el regodeo morboso del dolor, la soledad...” declararía en una ocasión. Fueron entonces sus escenarios, aquellos ámbitos en donde se escuchaba la mejor música cubana de los años 40 y 50, los centros nocturnos y más famosos cabarets como el Pico Blanco del Hotel St. John, El Gato Tuerto o el Sans-Souci, para luego conquistar toda América y Europa.
Trovador de raíz, músico de vocación y esfuerzo propio, con la genialidad de una letra exquisita, bien cuidada, hizo vibrar las fibras de Rebeca, su guitarra, para compartir vivencias personales con un público nacional e internacional que no tardó en adueñarse de ellas. Al respecto, el investigador cubano Radamés Giró apuntó: “Al componer, Portillo de la Luz deja madurar las ideas; no escribe hasta que no está del todo satisfecho con lo que hace; de ahí la pulcritud, acabado de sus obras, y la adecuación de melodía y armonía, a lo que habría que agregar el perfecto enlace de los acordes”.
Tuvo el privilegio, como pocos en la época, de vivir de lo que componía, además de constituir un acto de goce del espíritu. Amante del cine musical norteamericano de Fred Astaire, Ginger Rogers; Glen Miller y Duke Ellington, Manuel de Falla, Vicente González-Rubiera –Guyún-, Ñico Rojas y Frank Emilio fueron la guía.
“Tú mi delirio”, “Contigo en la distancia” fruto de la inspiración de un amor, tema que lo reafirma como compositor (ambas con más de 100 versiones), “Interludio”, “Son al son”, “Noche cubana”, “Sabrosón”, “Realidad y fantasía”, entre tantos otros, se escucharon no solamente en su voz intimista y con aires de desacordes jazzísticos, sino también en las de Pedro Infante, Luis Miguel, José José, Pedro Vargas, Plácido Domingo, Cristina Aguilera, Nat King Cole, entre tantos otros.
Su arte llegó para secarle las lágrimas al bolero. Por ello, la mejor manera de recordarlo, quizás de manera profética, la escribió el mismo Portillo en un fragmento de la letra de “Canción de un festival”: Por eso quiero, cuando me recuerdes/ que sea sin rencor, dolor ni pena/ porque al fin/ son las horas de amor y de dicha/ las que vale la pena guardar,/ para poder encontrar cada día/ la razón de vivir.
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