Ya se presentó en el Centro de Promoción Cinematográfica del ICAIC el libro-catálogo y el documental Surcos de la ciudad, realizado por los artistas José Parlá y JR y aborda un tema asociado a la 11 Bienal de La Habana. Ambos artistas, con una obra reconocida mundialmente, tiene una identificación mutua por el graffiti y la realización del post graffiti o por la reapropiación del ya existente; este fue el leitmotiv para que ambos se decidieran a experimentarlo en Cuba en el año 2008 que fue cuando comenzó la relación de trabajo con los especialistas del Consejo Nacional de las Artes Plásticas, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, creadores y las demás personas fotografiadas por ellos.
José Parlá se formó como artista en Puerto Rico, es hijo de cubanos emigrados y nació en Estados Unidos; mientras que JR es un artista del lente galo el cual mantiene oculta su identidad.
Todo comenzó a partir de los presupuestos teóricos de la 11 Bienal de La Habana: las prácticas artísticas, los imaginarios sociales, la esfera pública, cómo el arte puede generar convivencia y determinadas interrelaciones, cómo activar sujetos sociales, etc. La propuesta del acercamiento a la obra de JR vino de la mano del coleccionista Gilbert Brownstone, y finalmente surgió el proyecto vinculando también a Parlá. La idea inicial era que las personas se vieran y además esto sirviera para reencontrarse con su historia y redescubrir a esas personas y el producto audiovisual es además de experiencia es como un registro de vida, aseveró Jorge Fernández director del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam; para este especialista, Surcos de la ciudad viene siendo la segunda parte del largometraje de Fernando Pérez, Suite Habana. “Ahí están los perdedores, están los ganadores, está la gente que ha sufrido, pero están también personas con inmensas alegrías (…) yo creo que están vivos espiritualmente, uno siente la dignidad, la vergüenza y el humanismo de cada una de estas personas”.
La película intenta reproducir la energía de todos los que participaron en la película, declaró JR, energía que no puede recogerse ni en un mural ni en una foto; esa energía de las personas de diferentes edades y profesiones, incluidos los niños, les dio mucha inspiración para seguir las obras. Mientras Parlá acotó sobre el trabajo en conjunto con la ciudad y su deterioro, las grietas, aprovecharon las historias que salen de sus paredes, “especialmente en una ciudad como La Habana que tiene tanta historia y que se ven las capas de la historia en sus paredes y entonces en la combinación con las arrugas de las personas, de ahí surgió esta colaboración”.
Ambos artistas vencieron disímiles adversidades, desde importar los materiales necesarios para la producción desde París por la impedimenta de traerlos desde Estados Unidos, la falta de apoyo financiero de ninguna institución –todos los gastos corrieron por sus bolsillos- pero para ellos fue como una manera de compartir con Cuba. Para sorpresa de ellos el proyecto creció al mundo. Entre tantos, uno de los murales puede disfrutarse en la populosa Avenida G, en El Vedado.
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