Restaurante La Mina



En los meses de verano arrecia el calor por las calles de La Habana y lo que menos se imagina el caminante es que, dentro del  ubicado en la populosa arteria de Obispo No. 109 esquina a Oficios, La Habana Vieja, le espera una heladería con variedad de combinaciones, junto a otros refrigerios y en la que son de especial gusto para sus clientes habituales los helados elaborados a partir de frutas naturales.

El restaurante, con capacidad para más de 300 personas (134 en el restaurante y los demás repartidos entre el Bar Terraza, el Café Al Capuccino, la Casa de la Natilla y la Heladería), se especializa en la cocina tradicional cubana.


También posee áreas especializadas para la venta de tabacos, confituras, bebidas, cava. Propone música en vivo con agrupaciones de pequeño formato herederas de la tradición sonera y la música campesina. Allí, además, se organizan desayunos, almuerzos y cenas de trabajo.


Sobresale en su arquitectura el hermoso patio central bordeado de abundante vegetación, su pozo y la presencia de vistosos pavorreales, le siguen sus amplios salones adornados con vitrales que reproducen los colores del trópico, su mobiliario rústico a partir de taburetes, diseño de talabartería y marquetería cubanas. Para sus clientes posee además los servicios el café Al Capuccino, la dulcería Doña Teresa, la casa del agua La Tinaja, el bodegón, la heladería y el bar restaurante La Mina.


Ubicado en una de las esquinas más populosas de la ciudad, muy cerca de los comercios de libros antiguos, revistas, del Museo de la Ciudad, el Museo Castillo de la Real Fuerza, del antiguo Palacio de los Capitanes Generales, el hotel Santa Isabel, el Museo de Historia Natural, el Templete donde se evoca la fecha fundacional de la villa, la biblioteca provincial, es un espacio donde también allí tienen sus estudios algunos artistas plásticos más importantes de la vanguardia como Zaida del Río, Roberto Fabelo, Ernesto Rancaño, Pedro Pablo Oliva.
Su construcción data del siglo XVI y parte del XVII, entonces era residencia de los obispos que formaban parte de la Iglesia Parroquial Mayor. En 1985 recibió una importante restauración, estar allí da la sensación de un local genuinamente habitado. Hoy es una casona colonial donde se degustan los más exquisitos platos de la cocina tradicional cubana.

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